24 oct 2010

Presentación de la edición de bolsillo de "la peste negra"


25 de octubre a las 19'30 presentación de la edición de bolsillo de "La peste negra" Local PSC Eixample, Bruc 61.

Me acompañará Albert Aixalà, Director de la Fundació Rafael Campalans.

12 oct 2010

Cecilia Bartoli en Barcelona


Cecilia Bartoli ha vuelto a Barcelona con un concierto Hendel acompañada de Giovanni Antonini y los componentes de "Il Giardino Armonico", sin duda la mejor orquesta barroca del momento. El programa se componía de arias y fragmentos orquestales de óperas de Haendel. Un repertorio arriesgado y mucho más en un lugar como L'Auditori más pensado para la música sinfónico que para el canto. Quizás por eso la primera parte de la mezzo, sin perder un ápice de su capacidad de comunicación y "savoir fer", adoleció de falta de volumen para tan gran espacio. Sin embargo, el último fragmento de la primera parte, un aria de "Amadigi", hacia presagiar una segunda parte de las de época. Y eso no significa que la primera no fuera buena, de escalofrío el aria de "Ariodante". Y así fue, mágnifica en toda ella L'Auditori terminó en pie absolutamente entregado a la romana que rubricó su éxito con dos "bises" para la historia. ¡Brava Cecilia! El mundo hoy es un poco mejor.

3 oct 2010

Enrique V


Shakespeare, no hacen falta más comentarios. Una de mis favoritas, "Enrique V" llevada al cine en dos ocasiones protagonizadas por Sir Lawrence Olivier (1944) y Kenneth Branahg (1989: Impagables la arengas del rey a sus tropas. La que termina gritando "Seguid vuestro ánimo y mientras atacais gritad: ¡Dios por Enrique, Inglaterra y San Jorge" la que pronuncia antes de la batalla de Agincourt y que no me resito a poner la entera. Y tampoco me resisto a decir que algunos que van por ahí presumuiendo de victorias antes de entablar batalla que tomen nota.
Discurso de Enrique V a sus tropas antes de la batalla de Agincourt [1]
William Shakespeare, Acto 4, Escena 3. Fragmentos de la imaginaria arenga del Rey Enrique V a sus tropas, diezmadas y debilitadas antes de la batalla de Agincourt (1415), en la que las tropas francesas, mucho más numerosas, les cerraban el paso al puerto de Calais por el que los ingleses debían embarcar de vuelta a casa.
[25 de Octubre de 1415]

[...]
Westmoreland: -¡Ah, si tuviéramos aquí siquiera diez mil ingleses como esos de los que hoy están inactivos en Inglaterra!
Enrique V: -¿Quién expresa ese deseo? ¿Mi primo Westmoreland? No, mi simpático primo; si estamos destinados a morir, nuestro país no tiene necesidad de perder más hombres de los que somos; y si debemos vivir, cuantos menos seamos, más grande será para cada uno de nosotros la parte del honor. ¡No desees un hombre más, te lo ruego! (...) No quería exponerme a perder un honor tan grande, que un hombre más quizá podría compartir conmigo. Por eso, ¡no ansíes un hombre más! Proclama, antes, a través de mi ejército, Westmoreland, que puede retirarse el que no vaya de corazón a esta lucha; se le dará su pasaporte y se pondrán en su bolsa unos escudos para el viaje porque no quisiéramos morir en compañía de un hombre que temiera morir como un compañero nuestro.
Este es el día de San Crispín. El que sobreviva a este día y vuelva sano y salvo a su casa, se izará sobre las puntas de los pies cuando se mencione esta fecha, y se crecerá por encima de sí mismo al oír el nombre de San Crispín. El que sobreviva a este día y llegue a la vejez, cada año, en la víspera de esta fiesta, invitará a sus amigos y les dirá: «Mañana es San Crispín». Entonces se subirá las mangas, y, al mostrar sus cicatrices, dirá: «Recibí estas heridas el día de San Crispín». Los ancianos olvidan, pero incluso quien lo haya olvidado todo recordará aún las proezas que llevará a cabo hoy. Y nuestros nombres serán para todos tan familiares como los nombres de sus parientes y serán recordados con copas rebosantes de vino: el rey Enrique, Bedford y Exeter, Warwick y Talbot, Salisbury y Gloucester . Esta historia la enseñará un buen hombre a su hijo, y desde este día hasta el fin del mundo la fiesta de San Crispín nunca llegará sin que a ella vaya asociado nuestro recuerdo, el recuerdo de nuestro pequeño ejército, de nuestro pequeño y feliz ejército, de nuestra banda de hermanos. Porque quien vierta hoy su sangre conmigo será mi hermano; por muy vil que sea, esta jornada ennoblecerá su condición. Y los caballeros que permanecen ahora en el lecho de Inglaterra se considerarán malditos por no estar aquí, y será humillada su nobleza cuando escuchen hablar a uno de los que haya combatido con nosotros el día de San Crispín.